¿Por qué el alcohol es legal y muchas otras sustancias tóxicas no? Esa pregunta es el tema de un informe publicado hoy por la Comisión Global de Políticas de Drogas, un grupo independiente formado por 26 ex presidentes y otros peces gordos. Concluyen que, en lo que respecta a las pruebas científicas, las actuales leyes sobre drogas no tienen ni pies ni cabeza. La comisión culpa al sistema de clasificación de drogas de la ONU, que clasifica unas 300 sustancias psicoactivas en «listas» según sus daños y beneficios. Algunas, como la morfina, tienen usos médicos. Otras, como la psilocibina (el ingrediente activo de las setas mágicas), se utilizan sobre todo con fines recreativos. Las drogas sin ninguna utilidad médica aparente se colocan automáticamente en la categoría más peligrosa -y se someten a las sanciones penales más estrictas-, independientemente del riesgo que supongan.
Los fallos del sistema de la ONU son evidentes desde hace años. En 2010, un grupo de expertos británicos en drogas clasificó 20 sustancias tóxicas populares en función de 16 daños físicos, psicológicos y sociales, incluidos los que se producen a los no consumidores, como la delincuencia y la ruptura familiar. El alcohol resultó ser la más perjudicial, seguida de la heroína y el crack. Las drogas psicodélicas «de fiesta», como el éxtasis, el LSD y las setas, se consideraron en su mayoría benignas -con puntuaciones de daño inferiores a la mitad de las del tabaco- a pesar de estar agrupadas con la cocaína y la heroína en el sistema de clasificación de la ONU. Esta clasificación no está exenta de idiosincrasias, muchas de las cuales reflejan la forma en que se utilizan y regulan las drogas en la actualidad. La posición del alcohol en la cima es en parte el resultado de su uso generalizado, que causa mayores daños a los demás (la cocaína crack se considera la droga más dañina para el consumidor). Drogas como la heroína, por su parte, ocuparían una posición inferior si los consumidores pudieran comprar siempre una dosis no adulterada y no tuvieran que recurrir a compartir agujas.
Diseñar leyes para las drogas que sean coherentes con sus peligros y beneficios requiere predecir cómo responderán los mercados de drogas. Por difícil que sea, es el camino a seguir, sostiene la Comisión Global. El enfoque de tolerancia cero adoptado por muchos gobiernos ha provocado una serie de problemas sociales, como el aumento de los costes de las prisiones y la mala salud. «Ya es hora de aceptar que una sociedad sin drogas es una ilusión», afirma el informe. Regular las drogas de forma más sensata las haría más seguras -y no solo para quienes las consumen.
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