Las cápsulas son más fáciles de tragar y las utilizan los fabricantes cuando el medicamento no puede compactarse en un comprimido sólido. También son útiles cuando el medicamento debe mezclarse con aceite u otro líquido para facilitar su absorción en el organismo. Normalmente se trata de una cáscara o recipiente de gelatina que contiene el fármaco.
Hay dos tipos de cápsulas, duras o blandas.
Cápsulas duras
Las cápsulas duras, que se ven con más frecuencia, están formadas por una cáscara rígida en dos piezas que encajan entre sí y se rellena con el fármaco. Esta formulación es normalmente más adecuada para fármacos en polvo y sólo puede utilizarse si el fármaco se disuelve fácilmente en el estómago.
Cápsulas blandas
Las cápsulas blandas se forman en una sola pieza y son más adecuadas para aceites, por ejemplo, aceites de pescado, o fármacos que necesitan disolverse en aceites u otros líquidos para ayudar a que el fármaco se absorba en el estómago. En las cápsulas blandas, el fármaco se combina con un disolvente adecuado en el centro de la cápsula y la cubierta de la cápsula se funde en cuestión de minutos en el estómago.
Los fármacos se absorben fácilmente a partir de estas mezclas, lo que ofrece dos ventajas distintas:
1) Efecto más rápido, lo que es bueno para el alivio inmediato del dolor
2) El fármaco se absorbe con mayor eficacia, por lo que pueden utilizarse dosis más bajas, lo que a su vez significa que las cápsulas blandas pueden hacerse más pequeñas, lo que facilita la deglución.