Convivir con una persona que tiene depresión no es fácil. A la impotencia y el malestar que surgen cuando vemos que alguien de nuestra familia está triste, no disfruta con cosas que antes le encantaban, se siente cansado y muchas veces está susceptible, se suma que la pareja o la familia pueden sentir que «dejan de ver» a la persona que antes era.
En estas circunstancias muchas veces la irritabilidad que tiene el deprimido se une a la de la familia, ya que en algunos momentos pueden llegar incluso a sentirse menospreciados y utilizados. «Los familiares deben entender que la depresión es una enfermedad y siempre el que más sufre es quien la padece, sin poder obviar, por supuesto, que existe malestar también en quienes están cerca», explica Patricia Sánchez, psicóloga clínica y cofundadora del Centro TAP. Tratamiento Avanzado Psicológico, quien señala que el equilibrio entre el deprimido y su pareja o familia será posible si éstos últimos entienden que pueden sentirse mal pese a que no sean los enfermos. «En muchos momentos el problema atrapa a otros miembros de la familia si se emplean a fondo de una manera incansable e incondicional en sacar de la depresión a quien sufre. Desde ahí, comprender que es un estado alterado de ese miembro de nuestra familia, y que pese al amor que le tengamos, podemos necesitar un espacio para evadirnos, para disfrutar de aquellas actividades que nos gustan, será un aspecto fundamental para un adecuado autocuidado de los que acompañan a la persona con depresión», añade.
Además de entender que la depresión es una enfermedad Sánchez señala que el mejor consejo que se le puede dar a las personas que conviven con alguien con depresión se resume en una palaba: empatía. La especialista indica que es fundamental escuchar y servir como recurso para el desahogo. «No debemos interrumpir mientras que la persona nos cuenta lo mal que se siente, pese a que no compartamos su punto de vista, salvo que sintamos que el peso de la conversación es demasiado para nosotros, ya que entonces podremos poner límites y tomarnos un espacio para aliviar nuestro malestar aplazando la conversación», recomienda. Cuando la persona termina de explicar cómo se siente es importante que la pareja o la familia valide su malestar, aunque no se sientan de la misma manera, y ofrecerle otras alternativas que pueden contribuir a su bienestar: realizar alguna actividad agradable o dar un abrazo. Lo importante es hacerle llegar a la persona que está sufriendo que alguien está su lado.
«El equilibrio es también animar a que la persona con depresión lleve a cabo actividades, pero sin obligar. La depresión no es algo que el individuo elija tener, por lo que el equilibrio parte también de la comprensión de este hecho», insiste Sánchez.
El acompañante no es el responsable de la recuperación
Los familiares deben entender que la depresión es una enfermedad y que sufre más la persona que la padece.
Las parejas suelen ser las personas que mayor carga soportan en el día a día con una persona deprimida. La cofundadora del Centro TAP, especifica que esto se debe a que tener que hacerse cargo de ciertos asuntos del hogar, de las tareas personales y la preocupación por el enfermo, suponen un enorme desgaste. «La pareja tratará por todos los medios de sacar al deprimido de esta situación, haciéndose cargo de una enfermedad que no es propia como si lo fuera. La pareja por tanto, necesita seguir disfrutando de su vida al margen de la enfermedad», añade y hace hincapié en que la pareja tiene que comprender que no es responsable de la recuperación, la responsabilidad es del enfermo en colaboración con los especialistas.
«Es necesario que entiendan qué pueden aportar y dónde están los limites, cómo premiar comportamientos adecuados y extinguir o ignorar aquellos que no lo sean. Pueden informarse sobre la enfermedad, animar al enfermo, motivarle a que realice ciertas tareas, darle cariño, comprensión, apoyo y acompañamiento», apostilla.
Otros aspectos que pueden mejorar la convivencia, además de recibir ayuda profesional, es establecer un protocolo de cuidado familiar para que existan unos mínimos de dedicación por parte de la persona con depresión para el funcionamiento adecuado de la casa. Respecto al reparto, Sánchez aconseja que se haga de forma pactada y se incluyan algunas tareas (aunque no sean todas las que realizaba anteriormente) de una forma paulatina y ajustada a su situación.
Además, se pueden adecuar los tiempos y formas para que se puedan llevar a cabo actividades agradables. Por ejemplo, salir a pasear. Quizás el deprimido no quiera hacerlo durante una hora, pero sí se sienta capaz de dar un paseo de 15 minutos.
«Es importante también que la familia se dé el permiso de estar cansados, desesperanzados, de necesitar el desahogo con otras personas del entorno, o el derecho de seguir disfrutando con otras cosas de la vida, sin que cualquiera de estas actitudes genere sentimiento de culpa», añade.
Por último, es fundamental la figura de la familia en la prevención del suicidio en casos graves. «Si tiene la sospecha de que la persona pueda estar contemplando esta opción, si verbaliza la posibilidad de hacerlo, tiene que ponerse inmediatamente en contacto con los profesionales sanitarios para proteger al enfermo de esta situación y que valoren el riesgo de suicidio», advierte.
Errores más frecuentes
Respecto a los errores más frecuentes que suele cometer la pareja o el entorno cercano al paciente y que repercuten negativamente, Sánchez destaca:
- Someternos a convivir con el enfermo como si nosotros también padeciésemos depresión. No es conveniente que la familia se aísle, que interrumpa el ritmo habitual de actividades agradables.
- Mostrarnos agresivos con quien sufre, achacar a la persona que estar mal es algo que el enfermo está decidiendo. La especialista afirma que es muy habitual que existan enfado, falta de comprensión y la sospecha de que el paciente no se esfuerza por parte del entorno del paciente.
- Obligar a que la persona con depresión se active quiera o no quiera, porque la clave es motivar, no forzar. Ayudar a ver las ventajas de activarse para luego sentirse mejor es la única vía para que el deprimido reaccione favorablemente.
- Mostrar incomprensión ante su padecimiento. Si la persona con depresión no se siente comprendida, se cerrará más, no querrá interactuar, y esta situación contribuirá a la sensación de desamparo, apatía y desánimo.
- Hablar en términos de cronicidad siempre estás igual o siempre estás con lo mismo, ya no eres el/la de antes. Puesto que si no ayudamos a ver al enfermo que esta situación es temporal y podrá salir de ella, el malestar será mayor. La confianza en la recuperación por parte de la familia es muy buen anclaje para la persona con depresión.
- Llevar a cabo todas las tareas que el enfermo no quiere realizar. Sánchez señala que la solución puede ser ayudar y alentar, pero no sustituir (salvo en casos extremos). La razón es que la sobreprotección con el enfermo no ayuda. «La persona con depresión necesita sentirse útil, que participa de las situaciones del día a día de manera activa, para encontrar bienestar y satisfacción personal, pese a que inicialmente le resulten muy costosas y poco atractivas», recomienda.
- No premiar por los pequeños logros. Podría parecer que la tarea o actividad que la persona ha podido realizar es mínima o pequeña, sobre todo si lo comparamos con lo que antes podía hacer o con lo que el resto es capaz de hacer. Pero en estos casos, el reforzar cualquier comportamiento que consideremos adaptativo o positivo incrementará la probabilidad de que se mantenga e incluso se incremente.
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