Cómo definimos nuestra realidad es cómo vamos a experimentar nuestra realidad.
Einstein dijo: «Todo es energía y eso es todo lo que hay. Iguala la frecuencia de la realidad que quieres y no podrás evitar obtener esa realidad. No puede ser de otra manera. Esto no es filosofía. Esto es física»
Así que, básicamente, la frecuencia es lo primero.
Nuestra frecuencia energética es naturalmente alegre y expansiva, pero rara vez nos enganchamos a ese estado porque dejamos que nuestra forma acostumbrada de pensar sobre las cosas haga bajar nuestra frecuencia natural. Así que nos quedamos atascados en los niveles más bajos de energía y nos olvidamos de que somos estas poderosas fuerzas positivas de la naturaleza.
Así que si empezamos a ver que la naturaleza causal de nuestra realidad se genera por donde pasamos la mayor parte de nuestro tiempo en cuanto a la frecuencia – podemos trabajar para cambiar eso.
Sonríe más. Sé más amable. Respira. Acepta. Ríndete.
Deja de castigarte. Relájate. Disfruta. Ríete.
Cada vez que quieras coger el tren de la fuga de cerebros y obsesionarte durante horas con algo que hayas hecho (o no hayas hecho), ¿qué pasaría si en lugar de eso eligieras dejarlo pasar?
Estos actos cambian inmediatamente nuestra frecuencia. Nos hacen pasar de la energía de la resistencia, el miedo y la preocupación a la confianza, la aceptación y el amor.
Cuando Einstein habla de igualar la frecuencia quiere decir que todo lo que deseamos tiene un punto de referencia de frecuencia. No pensamos en ello en esos términos, pero todos los seres -todas las cosas del universo- vibran a un determinado nivel.
Tú lo haces a diario. A veces te enfadas y a veces te sientes aburrido. Estos índices vibratorios son muy diferentes de cuando estás extasiado o cuando estás en la alegría.
No estoy sugiriendo, por cierto, que cuando sentimos algo contrario a la felicidad no debamos sentirlo. De hecho es lo contrario. La ciencia también ha demostrado que el gran sentimiento se mueve por nuestro cuerpo y se libera en 90 segundos. Así que cuando nos ocurre algo que nos dispara, el tumulto inicial de emociones se acaba y desaparece en uno o dos minutos. Así que siéntela y luego deshazte de ella.
Pero en cambio nos aferramos a ella durante días… en nuestra cabeza. Llamamos a nuestros amigos y nos quejamos. Nos quejamos a nuestros padres. Nos enfadamos por algo que no tiene nada que ver, lo que nos hace volver a pensar en algo que ocurrió hace una semana (o un año). Nos atascamos en patrones de pensamiento sobre algo y luego regeneramos las asociaciones negativas con ello.
Este es el tipo de frecuencia que queremos trabajar para cambiar. Y es posible.
Requiere conciencia y un poco de trabajo para que no te tragues la madriguera del conejo, pero con paciencia y persistencia mejorarás en ello.
Puedes calmar la mente que crea tanta turbulencia en nuestros corazones. Porque ¿acaso no son nuestros pensamientos sobre las cosas los que nos perturban y no la cosa en sí?
Así que trabaja primero en la frecuencia y observa cómo las cosas empiezan a cambiar lentamente en relación con ella. Relaciones, oportunidades, conversaciones, posibilidades, información. Tu propia vida.
Empiezas a darte cuenta de que tienes voz en tu propia vida. Cuando empieces a gestionar tu propia frecuencia dejarás de esperar que ésta (y tu felicidad) sean satisfechas por otros. Y eso en sí mismo se convierte en una frecuencia más liberadora. Soltamos las expectativas y las exigencias.
Lo único que te hace infeliz son tus propios pensamientos. Cámbialos.
Cuando lo hagas, verás que tu frecuencia -y tu mundo- también cambiarán.