Experimentos de obediencia
En 1960, después de obtener un doctorado en Harvard, Milgram aceptó un puesto como profesor asistente en la Universidad de Yale. Allí redujo su investigación a la obediencia. Al ser muy consciente desde su juventud de su herencia judía y de las tragedias sufridas por los judíos en Europa durante el Holocausto, le interesaba comprender los factores que llevaban a las personas a infligir daño a otras. Diseñó un experimento sin precedentes -conocido posteriormente como el experimento de Milgram- en el que los sujetos del estudio, que creían estar participando en un experimento de aprendizaje sobre el castigo y la memoria, recibían instrucciones de una figura de autoridad (el experimentador) para infligir descargas aparentemente dolorosas a una víctima indefensa (el alumno). Tanto el experimentador como el alumno eran actores contratados por Milgram, y las descargas se simulaban mediante un generador de descargas que parecía auténtico y que estaba equipado con 30 niveles de voltaje, que iban de 15 a 450 voltios. El experimentador instruía a los sujetos para que dieran una descarga al alumno cada vez que éste diera una respuesta incorrecta a una pregunta. Con cada respuesta incorrecta, la intensidad de la descarga aumentaba. A niveles de voltaje predeterminados, el alumno (normalmente en una habitación separada) golpeaba la pared contigua, gritaba de dolor y suplicaba al participante que parara, o se quejaba de una condición cardíaca ficticia.
Antes de llevar a cabo los experimentos, Milgram y los estudiantes de psicología de Yale a los que encuestó sobre los posibles resultados de un estudio de este tipo predijeron que sólo un porcentaje muy pequeño (de 0 a 3 por ciento) de personas infligiría el choque de intensidad más extrema. Por ello, Milgram se sorprendió con los resultados de los primeros estudios piloto, en los que la mayoría de los participantes continuaron hasta el límite extremo de 450 voltios. Los primeros experimentos oficiales llevados a cabo por Milgram en 1961 arrojaron resultados similares: 26 de los 40 hombres reclutados para el estudio demostraron ser totalmente obedientes con el experimentador, y recibieron descargas hasta los 450 voltios. Las variaciones en el diseño experimental mostraron que la obediencia era mayor cuando el aprendiz estaba en una habitación separada, en lugar de estar cerca del sujeto (por ejemplo, en la misma habitación o lo suficientemente cerca como para tocarlo). Los sujetos persistieron en su obediencia a pesar de expresar verbalmente su desaprobación de continuar con los choques.
Milgram sospechó que los sujetos lucharon por desvincularse del experimento debido a su progresión incremental («pendiente resbaladiza»): las pequeñas demandas, aparentemente benignas, se volvieron cada vez más adversas. También es posible que los sujetos se hayan conformado fácilmente, viéndose a sí mismos como inferiores al experimentador en su conocimiento del aprendizaje, o que se hayan visto a sí mismos como libres de responsabilidad, simplemente llevando a cabo las órdenes del experimentador.
Aunque provocan la reflexión, los experimentos y sus resultados fueron muy controvertidos. La situación supuso un estrés extremo para los sujetos, algunos de los cuales experimentaron risas nerviosas que culminaron en convulsiones. En el interrogatorio, Milgram no reveló toda la verdad sobre los experimentos a sus sujetos, lo que hizo que algunos pensaran que realmente habían electrocutado a otra persona; no fue hasta muchos meses después que los sujetos se enteraron de la verdadera naturaleza de los experimentos. La validez de los resultados también fue cuestionada posteriormente por los informes que afirmaban que algunos participantes sospechaban que eran los sujetos estudiados, siendo el objetivo del estudio ver hasta qué punto obedecerían al experimentador.