A raíz de su muerte, veo constantes referencias a Michael Jackson como el Rey del Pop. La primera vez que oí este término fue cuando los encargados de las relaciones públicas de Jackson lo impusieron en 1993, advirtiendo a los periodistas y a las revistas que tenían que utilizarlo para describir a Michael, pues de lo contrario no tendrían acceso a él.
Esta es una forma inusualmente burda de conferir un título a una estrella, y aunque habría sido un título apropiado para Jackson durante los años en que realmente era el Rey del Pop (1982-3, la época en que Thriller dominaba las listas de éxitos mundiales), en 1993, cuando sus responsables insistieron en ello, no era nada de eso. El público en general lo consideraba más bien el rey de las sombras, o de las rarezas.
El Rey del Pop es un título ficticio; pocos se ponen de acuerdo sobre a quién debe aplicarse, o incluso qué significa. Pero en mi opinión se aplica cuando el artista más popular de la época resulta ser también el más influyente e innovador. A lo largo de la historia de la música popular, a menudo ha habido un acto que todo lo conquista y todo lo influye en la cima y del que se puede decir que es el Rey del Pop. Pero este trono es un sillón que cambia rápidamente, y varios artistas tienen más derecho que Jackson, por la amplitud de su obra y la longevidad de su apogeo.
Frank Sinatra fue el Rey del Pop a mediados de la década de 1940; quizá el primer portador de la corona. Elvis Presley fue el Rey del Pop desde 1956, cuando explotó como una supernova en la conciencia mundial, hasta 1960, cuando salió del ejército y comenzó su desvanecimiento en una rutina de malas películas de Hollywood.
Los Beatles fueron los reyes del pop durante más tiempo que nadie, dominando el mundo de la música, la cultura juvenil y la moda desde su llegada a las pantallas de televisión de Estados Unidos a principios de 1964, hasta su separación, y es discutible que, como artistas en solitario, tanto Lennon como McCartney -e incluso George Harrison durante el éxito mundial de All Things Must Pass en 1970-1- siguieran ocupando el trono durante un año más o menos después.
El ascenso de Jackson al trono llegó con los grandes singles Beat It y Billie Jean, su serie de vídeos rompedores y el dominio de las listas de Thriller. Todavía recuerdo cómo el propio nombre de Jackson, durante esos dos años de 1982-3, representaba una energía fulgurante, una fusión de canto increíble y baile sobrenatural. Él lo era.
Pero entonces Prince le superó en 1984, lanzando Purple Rain -álbum, single y película- y mostrando unos movimientos de baile y una forma de cantar igualmente escandalosos. Contaba con un prodigioso arsenal de habilidades musicales y de arreglos -entre ellas, la guitarra solista más conmovedora desde Hendrix- y un humor astuto, sexy y travieso que hacía que Jackson, en cambio, pareciera tenso y bidimensional. El nombre de Prince sustituyó al de Jackson como sinónimo de brillantez y agudeza, y ocupó el trono hasta 1988, cuando Lovesexy no logró mantener el nivel de sus cuatro álbumes anteriores.
Desde entonces, los Reyes del Pop han ido y venido con una rapidez cada vez mayor (y, algunos dirán, con insipidez), pero Jackson no ha estado entre ellos. Merece ser recordado como un talento superlativo. Pero, en mi opinión, sólo fue verdaderamente el Rey del Pop durante dos años a principios de los 80.
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