El 25 de noviembre, cuando escuché la noticia de la muerte del líder cubano Fidel Castro, no sentí ninguna sensación de tristeza, alivio o alegría. En cambio, como hija de exiliados cubanos, experimenté una mezcla de todas esas emociones.
Los hijos de los exiliados cubanos -la comunidad de la diáspora de cubanos que abandonaron la isla después de la revolución de Castro en 1959- han vivido en un estado constante de alienación, pérdida, ira, lástima y amor por los cubanos que se quedaron en la isla.
Actualmente, soy un estudioso de la religión. Estudio cómo la trata transatlántica de esclavos, la formación de la República Cubana y la Revolución Cubana de 1959 han configurado la historia de la isla. En todos estos momentos, la religión ha desempeñado un papel clave en la construcción de la identidad cubana. También veo cómo las creencias castristas moldearon las identidades de los que salieron de la isla, pero también de los cubanos que se quedaron atrás.
Entonces, ¿cómo podemos mirar hoy el legado de Castro, particularmente desde la forma en que moldeó la identidad religiosa de Cuba?
Historia de la religión en Cuba
Para contar la historia de la transformación de Cuba, veamos primero la llegada del catolicismo y las religiones africanas como resultado de la colonización española en el siglo XV y el comercio transatlántico de esclavos, que comenzó en el siglo XVI.
A lo largo de un período de tiempo estas religiones se transformaron: Durante la mayor parte de la historia de Cuba, la Iglesia católica permaneció estrechamente ligada al colonialismo español. Después de la independencia de Cuba en 1898, esta lealtad es lo que hizo que la Iglesia fuera sospechosa a los ojos de muchos cubanos, ya que se consideraba una reliquia del pasado colonial español.
Las religiones afrocubanas también sufrieron durante la colonización y en los primeros años de la república. Las religiones de la diáspora africana fueron a menudo caricaturizadas como demoníacas.
Bajo el gobierno de Castro, Cuba fue durante décadas un estado autodeclarado ateo donde los cristianos fueron perseguidos y marginados. No obstante, la Iglesia desempeñó un importante papel político: Hasta su desmantelamiento, ejercía una considerable influencia a través del sistema educativo.
El propio Castro fue educado por los jesuitas, citando sus enseñanzas como fuente de su sentido de la disciplina y la justicia.
Pero en 1961 desmanteló el sistema escolar católico, posiblemente donde el catolicismo ejercía su mayor influencia sobre los cubanos, ya que muchos católicos no practicantes enviaban a sus hijos a escuelas católicas. Castro confiscó las propiedades de la Iglesia y exilió a sacerdotes y monjas.
Castro, ateísmo, religión
La relación de Castro con la religión, sin embargo, fue mucho más compleja que el rechazo a su pasado jesuita y la alienación de la religión a lo largo de su gobierno.
El libro de 1985 «Fidel y la religión», una colección de entrevistas realizadas por el activista y teólogo Frei Betto, revela que Castro tenía una relación mucho más positiva con el catolicismo de su juventud.
Visitó al Papa Juan Pablo II en el Vaticano en 1996 y llegó a recibir a tres pontífices en las islas. De hecho, Cuba tiene el honor de ser la única nación de América Latina que ha sido visitada por los tres últimos pontífices.
En un discurso de 1998 Castro alineó las enseñanzas de Jesús con las suyas, cuando afirmó,
«Si en lugar de nacer y elaborar sus ideas cuando lo hizo, Cristo hubiera nacido en estos tiempos, pueden estar seguros -o al menos yo lo estoy- de que su prédica no hubiera diferido mucho de las ideas o la prédica que los revolucionarios de hoy tratamos de llevar al mundo.»
La religión prospera hoy en Cuba
En 1992 se modificó la Constitución cubana para declararla Estado laico. Dejó de ser una República atea.
Hoy, la religión en la isla, como en la propia Cuba, es mucho más intrincada que la Iglesia católica. Religiones afrocubanas como la Santería, prácticas espirituales como el «Espiritismo» y otras prácticas surgidas de la fusión de diferentes tradiciones de fe marcan de forma abrumadora el panorama religioso en Cuba.
Nuestra Señora de la Caridad, patrona de Cuba, sigue siendo uno de los símbolos más destacados y visibles de la identidad cubana de la isla y de la diáspora. Evocada en las luchas independentistas contra España a finales del siglo XIX, la Virgen de la Caridad conserva un lugar destacado en el catolicismo cubano, la santería y otras religiones populares. Ella revela la complejidad y el encuentro cultural del pueblo cubano.
A pesar de su historia de marginación bajo el régimen castrista, hoy el número de cristianos practicantes en la isla está creciendo. Los practicantes asisten ahora a la iglesia sin miedo a las represalias, y hay una creciente presencia del cristianismo protestante en la isla.
En la historia más reciente, las religiones afrocubanas han llegado a practicarse de manera más pública y han sido acogidas por el gobierno como una forma de folclore popular.
Castro y la religión
Castro será enterrado el 4 de diciembre, día de la fiesta de Santa Bárbara – mezclada en la fe afrocubana con Changó, el señor del rayo y el trueno y el símbolo del poder y la sexualidad masculinos.
La fiesta de Santa Bárbara es una de las fiestas religiosas cubanas más significativas. En la fe afrocubana, Changó es uno de los «orishas» (seres sobrenaturales) más populares de la isla. Santa Bárbara es su máscara católica, una de las santas más populares. En la época colonial, los esclavos enmascaraban sus creencias en los orishas marcándolos con imágenes y rituales católicos.
En mi opinión, la elección de esta fecha para el entierro de Castro no es un accidente.
Las cenizas de Castro serán internadas en el Cementerio de Santa Ifigenia en Santiago de Cuba -un lugar de significación religiosa y nacional. Este es el lugar donde descansa el libertador cubano José Martí, que también alberga el Santuario de Nuestra Señora de la Caridad. Martí es un héroe nacional cubano, querido por los cubanos dentro y fuera de la isla. Se le considera el apóstol de la independencia cubana.
Castro será una parte permanente del paisaje de la isla, independientemente del futuro de Cuba.
Un cierre en la muerte
Entonces, ¿qué significa todo esto para los exiliados cubanos?
Muchos me han preguntado por qué la respuesta de la comunidad cubanoamericana y del exilio cubano ha sido tan alegre y tan pública. Mi respuesta corta es que con su muerte, Fidel Castro ha dado a millones de exiliados cubanos y cubano-americanos lo único que no hemos tenido: el cierre.
Lloro que mi madre no haya vivido para presenciar su muerte, y que mi padre, aquejado de un derrame cerebral en un asilo de ancianos, no se dé cuenta de este momento.
Para mí, sus años son un doloroso recordatorio de los 10 años que mi madre pasó sin ver a sus padres y de la agonía de la muerte de mi abuelo paterno en la isla cuando su esposa e hijos estaban aquí en Estados Unidos. Ese dolor crudo, la rabia, la pena y la frustración unen y dividen simultáneamente a los cubanos de todo el mundo.
Creo que ahora podemos comenzar a sanar, y lo que es más importante, podemos reconciliarnos como un pueblo que trasciende las costas de una isla y la política de un hombre.