La corteza insular humana forma un lóbulo distinto, pero totalmente oculto, situado en la profundidad de la fisura silviana. Aquí, primero revisamos la literatura reciente sobre la conectividad y las funciones de esta estructura. Parece que este pequeño lóbulo, que ocupa menos del 2% de la superficie cortical total, recibe aferentes de algunos núcleos talámicos sensoriales, está conectado (sobre todo recíprocamente) con la amígdala y con muchas áreas corticales límbicas y de asociación, y está implicado en un número asombrosamente grande de funciones muy diferentes, que van desde la percepción del dolor y la producción del habla hasta el procesamiento de las emociones sociales. A continuación, nos embarcamos en un largo y aventurero viaje a través de la voluminosa literatura sobre la organización estructural de la corteza insular. Este viaje arrojó los siguientes mensajes para llevar a casa: (1) Las meticulosas, pero en su mayoría olvidadas, publicaciones de Rose (1928) y Brockhaus (1940) siguen siendo inestimables para nuestra comprensión de la arquitectura de la corteza insular de los mamíferos. (2) La relación de la corteza insular con el claustro adyacente no es ni ontogenética ni funcional, sino puramente topográfica. (3) La corteza insular ha pasado por una espectacular diferenciación progresiva durante la evolución de los hominoideos, pero la suposición de Craig (2009) de que la ínsula anterior humana no tiene un homólogo en el mono rhesus es insostenible. (4) El concepto de Mesulam y Mufson (1985), según el cual la ínsula de los primates se compone esencialmente de tres zonas dispuestas concéntricamente, agranular, disgranular y granular, es presumiblemente correcto, pero en la actualidad existe mucha confusión en cuanto a la arquitectura más detallada de la corteza insular anterior. (5) Las grandes células en forma de huso de la quinta capa de la corteza insular, actualmente conocidas como neuronas de von Economo (VEN), no sólo se limitan a los mamíferos de cerebro grande, como las ballenas, los elefantes, los simios y los seres humanos, sino que también están presentes en los monos y los prosimios, así como en el hipopótamo pigmeo, la morsa del Atlántico y el manatí de Florida. Por último, señalamos que la ínsula humana presenta una oportunidad única para realizar un análisis comparativo en profundidad de las relaciones entre estructura y función en un dominio cortical sensorial típico y otro cognitivo típico.
Arquidia Mantina
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