La obra de Julio Verne Veinte mil leguas de viaje submarino (Vingt mille lieues sous les mers, 1870) contiene dos de sus creaciones más memorables, el misterioso Capitán Nemo y un maravilloso submarino, el Nautilus. Este submarino, de 70 metros de largo y blindado, es capaz de hundir cualquier barco y está equipado con una biblioteca de 12.000 volúmenes y una colección de arte con obras de Leonardo da Vinci, Tiziano y Rafael. El Nautilus es una pieza tan emocionante de steampunk que uno podría pensar que el submarino fue un invento de Verne y que sólo la tecnología posterior podría alcanzarlo.
Sin embargo, Julio Verne no inventó el submarino. Los submarinos tienen una larga historia, aunque en 1870 no tenían ni de lejos la potencia y la opulencia del Nautilus. El submarino fue concebido por el matemático británico William Bourne en 1578, pero el primero realmente construido fue el del inventor holandés Cornelis Drebbel, que se sumergió bajo el río Támesis en 1620. El primer submarino militar fue el Turtle de David Bushnell, que intentó sin éxito hundir un barco británico durante la Revolución Americana. Antes de que Robert Fulton inventara el barco de vapor, experimentó con un submarino, proféticamente llamado Nautilus, para Napoleón. Durante la Guerra de Secesión estadounidense, pocos años antes de la novela de Verne, tanto la Confederación como la Unión experimentaron con submarinos, con pobres resultados.
Al igual que otros autores de ciencia ficción, Verne no fue un inventor sino un inspirador, y el Nautilus no fue una excepción. John P. Holland, que construyó el primer submarino de la Armada estadounidense, llamó a una de sus primeras empresas Nautilus Submarine Boat Company. El competidor de Holland, Simon Lake, se inspiró en la lectura de Veinte mil leguas de viaje submarino cuando era joven. Tan famoso como el Nautilus de ficción, el USS Nautilus fue el primer submarino de propulsión nuclear y el primero en viajar bajo el hielo del Polo Norte en 1958.