«Enfócate en la meta» (1 Corintios 9:24-27)

La analogía de comparar la «culminación atlética» con la «vida cristiana» es un tema que se repite a menudo en las escrituras. En la lectura del Antiguo Testamento de esta semana, Isaías dice que «los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas… correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán.» (Isaías 40:31) Pablo utiliza esta comparación sobre su propio ministerio al comprobar con los líderes de la Iglesia que «corría o había corrido la carrera» de la fe correctamente. (Gálatas 2:2) Insta a los gálatas a seguir corriendo la buena carrera y a no permitir que otros «se interpongan» en su carrera o les impidan obedecer la verdad. (Gálatas 5:7) Y cerca del final de su vida terrenal y su ministerio, le dice al joven pastor Timoteo: «He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. Ahora me espera la corona de la justicia, que el Señor, juez justo, me concederá en aquel día, y no sólo a mí, sino también a todos los que anhelan su aparición». (2 Timoteo 4:7-8)

En nuestro texto Pablo dice además: «En una carrera todos corren, pero sólo uno obtiene el premio… corran de tal manera que obtengan el premio.» (1 Corintios 9:24) Estas palabras nos recuerdan las palabras de Jesús: que muchos son los llamados pero pocos los elegidos (Mateo 22:14) y que muchos buscan ser acogidos en el hogar celestial, pero que sólo pueden entrar los que pasan por la «puerta estrecha». (Lucas 13:24) Sabemos que esa puerta estrecha es Jesús y sólo los que creen en su muerte sacrificial y vivificante en nuestro lugar heredarán el don de la vida eterna.

Pablo nos recuerda que «todo el que compite en los juegos se somete a un estricto entrenamiento» (v. 25). El atleta serio se dedica a una preparación que lo consume todo para llegar a la meta; una preparación que es implacable, enfocada, determinada e intencional. Estos atletas enfocados vigilan cuidadosamente lo que comen y toman en sus cuerpos; cuánto descanso reciben; un programa de entrenamiento vigoroso. «Ellos lo hacen para obtener una corona que no durará; pero nosotros lo hacemos para obtener una corona que durará para siempre». (v. 25)

Jesús mismo promete que nos otorgará esa corona eterna… «Sé fiel, incluso hasta la muerte, y te daré la corona de la vida.» (Apocalipsis 2:10) Para recibir esa corona -para correr la buena carrera y pelear la buena batalla- nosotros también debemos comprometernos con una preparación que nos consuma; una preparación que sea implacable, enfocada, determinada e intencional. Escuchamos fielmente, con alegría y con regularidad su Palabra y recibimos sus sacramentos; estudiamos su Palabra en grupos de estudio bíblico, en familia e individualmente; nos reunimos para el culto.

En Jesús encontramos nuestro modelo. «Puse mi rostro como un pedernal». (Isaías 50:7) Él puso su rostro firme e inquebrantablemente hacia la cruz para tomar nuestro lugar, para tomar nuestro pecado – a fin de que pudiéramos ser perdonados, terminar bien la carrera de la vida cristiana, y recibir la Corona de la Vida Eterna. Más que un modelo para nosotros, Jesús es nuestro Salvador del pecado y de la muerte!

La vida cristiana no es una carrera de velocidad; más bien, es un maratón. Hay momentos en que nos desanimamos y nos cansamos. En esos momentos «Él da fuerza al cansado y aumenta el poder del débil… los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas… correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán». (Isaías 40:29-31) Así que, corran queridos cristianos y «¡Concéntrense en la línea de meta!»

Bendiciones en Cristo,
Pastor Snow

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