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El Gato con Botas lleva ya unos días en el mercado, así que, como es nuestra costumbre, quiero echar un vistazo al cuento de hadas original. Como la mayoría de los otros cuentos de hadas que he adaptado, El Gato con Botas es un cuento antiguo que se transmitía oralmente antes de que los escritores lo recogieran. A Giovanni Straparola, un autor italiano, se le atribuye la versión más antigua del Gato con Botas. La incluyó en un libro, Las Noches Caras de Straparola, que se publicó aproximadamente en 1550. Sin embargo, la versión con la que estamos más familiarizados es el cuento francés de Charles Perrault, que lo publicó en 1697. Puss in Boots es el título inglés del cuento, pero otras versiones se titulaban ou le Chat Botte, Cagliuso y Master Cat. (Dato curioso, en mi libro algunos aldeanos de Arcainian llaman a Puss «el Gato Maestro»)
La historia de Perrault comienza con los tres hijos de un molinero que se reparten la herencia de su padre. El hijo mayor recibe el molino, el segundo el burro y el tercero el gato de la familia. El tercer hijo hace muy poco por congraciarse con el lector, ya que al recibir el gato se sienta y llora, lamentando lo lamentable de su herencia. Resuelve verbalmente comerse al gato y hacer un manguito con su piel antes de morir.
El gato escuchó todo esto y dijo, siendo que aparentemente era mucho más inteligente que el palurdo que lo heredó, que si el tercer hijo le daba una bolsa y mandaba hacer zapatos para él, cazaría y se aseguraría de que el tercer hijo no muriera de hambre. En lugar de escandalizarse por un gato parlante, el tercer hijo le da al gato unos zapatos, aunque no cree que el gato vaya a cazar nada de valor.
El gato sale con los zapatos, atrapa un conejo y lo lleva al palacio del rey. Habla directamente con el rey y le dice que su amo, el Señor de Carabás -un nombre que se inventó en ese mismo momento- le envía el conejo como regalo para su mesa. El rey está encantado y envía al gato con su agradecimiento.
Como el gato parlante tiene una gran ambición y planes premonitorios, sigue regalando caza al rey durante unos dos o tres meses. Es entonces cuando el gato se entera de que el rey y su hija -la princesa más bella del país- van a dar un paseo en coche. El gato pide a su llorón amo que se bañe en un estanque que está cerca del camino por el que pasarán el rey y su hija. El tercer hijo hace lo que se le ordena -y permítanme asegurarles que la historia se esmera en señalar que el hijo no cuestionó al gato en absoluto- y el gato esconde su ropa.
Cuando el rey pasa en coche, el gato grita «¡Socorro! ¡Socorro! Mi señor marqués de Carabás se va a ahogar». El rey mira fuera y reconoce al gato, por lo que detiene la carroza. El gato le explica que, mientras su señor se bañaba, unos pícaros le han robado la ropa a pesar de que el gato ha intentado impedírselo. El rey envía a un criado a buscar algunas de sus ropas para el tercer hijo, que éste se pone. Y he aquí que, vestido tan finamente como el rey, el tercer hijo tiene un aspecto increíblemente llamativo. (Me parece refrescante que el único rasgo de carácter positivo que Perrault le dio al tercer hijo -además de que era dócil, supongo- es que era guapo. Por una vez, el personaje femenino no es el único bonito pero estúpido). El tercer hijo es tan guapo que la princesa se enamora de él. (Nota: he dicho que no es la única bonita pero estúpida.) El rey le pide al tercer hijo/el repentinamente titulado Marqués de Carabás que se una a él y a su hija en su viaje. El tercer hijo acepta.
En este momento el gato corre delante de la carroza y da instrucciones a varios campesinos para que digan al rey que las tierras pertenecen al marqués de Carabás. Si no dicen esas palabras, el gato promete trocearlos como carne picada. (¡Bonus! El Gato amenaza con hacer picadillo a los niños de Kinzig en homenaje a esta famosa frase). O bien el gato es mucho más temible de lo que parece, o bien los campesinos están sorprendidos por un gato que domina el francés de forma elocuente, así que le dicen al rey exactamente lo que el gato les ha ordenado. El tercer hijo tiene suficiente cerebro para estar de acuerdo con lo que dicen, y se jacta de la productividad de la tierra.
El gato y el carruaje corren, hasta que llegan a un castillo señorial. El gato, que sigue corriendo delante, lo alcanza primero. En el castillo vive un ogro increíblemente rico, dueño de todas las tierras que el gato reclamaba para su amo. La historia no nos dice si el ogro es bueno o malo, sólo dice que el gato se había tomado la molestia, antes de que todo esto empezara, de aprender sobre la tierra, el ogro y la inusual habilidad del ogro para cambiar de forma. El gato tiene una conversación muy parecida a la que Gabrielle tiene con su ogro, y le pide al ogro que se convierta en un león. El ogro lo hace y asusta mucho al gato. Cuando el ogro vuelve a su forma normal, el gato le reta a que se convierta en un animal pequeño, como una rata o un ratón. El ogro se convierte en un ratón, y el gato se abalanza sobre él y se lo come.
Tan pronto como el gato acaba con el ogro, llegan el rey y el apuesto pero todavía estúpido tercer hijo. El rey decide hacer el papel de Ricitos de Oro y entra en el castillo sin saber quién vive allí. El gato corre a recibirlos y les da la bienvenida al castillo del marqués de Carabás. Hacen una fiesta y el rey se pone a brindar. Mientras sigue bebiendo, se fija en el tamaño de las propiedades del marqués de Carabás y observa lo enamorada que está su hija. Le dice al tercer hijo: «Será tu culpa si no te conviertes en mi yerno». El tercer hijo acepta felizmente y se casa con la princesa ese mismo día. El gato se convierte en un señor y nunca más volvió a perseguir ratones, salvo para su propio entretenimiento.
¡Esa es la historia original! En el próximo post nos ocuparemos de los diversos temas que presenta este cuento. Será un tema fascinante, ya que el Gato con Botas no se parece a ninguna otra historia que haya adaptado porque el personaje principal -el tercer hijo- no se merece todo lo que se le da. Gracias por leer, Campeones, espero que disfruten del extra!